Un importante tanto por ciento de las puertas vienen barnizadas de origen. Se instalan y solo precisan de algún que otro ligero retoque. Ofrecen el aspecto natural de la madera que haya sido utilizada para construir la pieza, o de la chapa con la que ha sido objeto de revestimiento. Pero en otro porcentaje no menos importante la superficie de madera habrá de ser sometido a una operación de acabado tan pronto como se termine el montaje. En estos casos es frecuente proceder al pulido y barnizado al pie de la obra que a veces se sustituye por una labor de recubrimiento de pintura o de un lacado. La madera natural con las aguas vistas, mantiene su primacía como material noble y eminentemente decorativ, pero puede ocurrir que determinadas exigencias aconsejen un acabado confiado al pintor.
La conveniencia de esta operación se hace evidente cuando la puerta sea lisa y la chapa de revestimiento de calidad secundaria, lo que es frecuente en los tipos económicos de puertas pensadas expresamente para ser pintadas una vez montadas. También es cosa corriente recurrir a la pintura cuando se trata de regenerar puertas viejas en viviendas antiguas. Y puede igualmente ser una solución cuando exigencias de carácter decorativo lo demanden así, en proyectos decorativos de ambientes juveniles, habitaciones infantiles, oficinas, etc.
Cuando manda la madera, el plafonado permite jugar con la disposición de las aguas de la materia prima y lograr efectos de singular efecto decorativo, los cuales vienen ya resueltos de fabrica